jueves, 24 de julio de 2008

PSICOLOGIA

EL LENGUAJE EN EDUCACION

Humberto Maturana propone que las personas son como máquinas (analogía, no aseveración afirmativa absoluta, sino comparativa) en cuanto a su relación con el entorno. Una máquina es algo concebido para realizar una serie concreta de tareas. Sus partes están diseñadas y organizadas para hacer esa tarea. Cuando es activada, la máquina hace el trabajo que su estructura está diseñada para hacer. Un estímulo externo no cambia a la máquina, la activa. Este gatillador o activador, según Maturana, es el lenguaje en el caso de los organismos humanos como principal estímulo externo. Con lo que se puede inferir, que la activación puede ser causante de una adecuada realización de la tarea por parte de la "máquina" humana, el organismo de la persona puede motivarse a actuar de acuerdo con lo que debe hacer, o simplemente actuar de manera contraria a lo esperado porque el lenguaje ha "engatillado" un sentimiento o emoción contraria a la supuestamente beneficiosa para ese sujeto. Es el caso de la desmotivación causada por un lenguaje agresor, poco claro, quejumbroso, etc.
Para el filósofo chileno Fernando Flores, seguidor de los planteamientos de H. Maturana, el lenguaje permite sólo cinco acciones posibles. El lenguaje verbal está compuesto por tantas palabras, pero únicamente cinco tipos de acción; cada clase de palabras lleva a cabo una acción distinta y cada una de ellas se diferencia de las demás.
¿Cuáles son estas cinco acciones posibles en el lenguaje?
Según Flores[1] primero, las peticiones, las cuales "son acciones que se realizan cuando se busca la ayuda de otro para satisfacer un interés subyacente del solicitante".[2] Segundo, las promesas, que "es lo que se dice para expresar el compromiso de llevar a cabo lo que otra persona ha solicitado".[3] En ella siempre se encuentra implícito que quien realiza la promesa ha entendido la solicitud y es competente y sincero en su compromiso de cumplirla.
Para Flores, hay un tercer tipo de acción en el lenguaje, las declaraciones, que vienen a ser "un acto del lenguaje en el que una persona con la autoridad suficiente para hacerlo crea algo nuevo que antes no existía".[4]
Pero éstas no son todas, el filósofo chileno afirma que hay una cuarta forma de utilizar el lenguaje, las valoraciones, especie de "juicios que se formulan sobre el mundo con el fin de emprender alguna acción"[5] . Y una quinta, las afirmaciones, que "son formulaciones de un enunciado para el que se está dispuesto a proporcionar pruebas"[6]
Esto para el caso concreto que se considera en este texto tiene múltiples inferencias, por eso se hace necesario seguir citando a Maturana y afirmar con él que la comunicación entre dos personas en el lenguaje es la comunicación entre dos seres biológicos que viven literalmente en dos universos cognoscitivos distintos (por lo que este biólogo chileno asevera se ha de hablar de multiverso antes que de Universo). Lo que viene a complicar más el asunto.
¿Por qué estas cinco acciones posibles en el lenguaje, según Fernando Flores, implican iluminación de la situación problema que atañe a esta disertación?
Porque los fallos de comunicación hacen estragos y las personas de la comunidad que se diagnostica presentan presumiblemente muchos fallos con respecto a la manera de llevar a cabo estas cinco acciones lingüísticas, con lo cual se presentan las consecuencias ya anunciadas.
En el caso de las peticiones, primera acción en el lenguaje que conceptúa flores, en múltiples ocasiones pueden presentarse problemas de comunicación por falta de claridad del solicitante, no comprensión de quien recibe la petición, o una manifestación de insatisfacción de quien realizó la petición, bien porque se siente defraudado o descontento (es ansioso o perfeccionista), lo que puede determinar que el solicitado se sienta manipulado u objeto de abuso, e incluso defraudado consigo mismo; hecho éste que atenta contra la autoestima y la relación con el otro. Es el caso, por ejemplo, de un alumno que realiza una actividad de clase según entiende los enunciados de la propuesta del profesor, se siente satisfecho porque se ha desempeñado a fondo, pero al presentar el taller, lo que recibe es una reprimenda del profesor, porque "no hizo lo que era o como era" y esto sucede porque "no presta atención". Lo anterior puede determinar un sinnúmero se situaciones que posiblemente desencadenen en desmotivación o desencanto del alumno y una autoimagen agredida, desestimulada.
También las promesas son bastante delicadas en las relaciones, en este caso específicamente pedagógicas; así, si no es clara la petición realizada, si no se comprende lo que se solicita, si se hace un compromiso que no se cumple "porque no estaba claro lo que debía hacer para satisfacer la necesidad de quien realizó la petición", entonces se pierde confianza y se abre un abismo entre las personas que se comunicaron mediante esta acción del lenguaje. Con las consecuencias conocidas, se crea desconfianza, se pierde autoridad y credibilidad y la posibilidad de formar, por cuanto el niño o joven (o el adulto en el caso contrario) no aceptaría como válido lo que se socializa con él para tratar de hacer que internalice conceptos, actitudes o valores.
Ahora bien, las declaraciones, son creación de ideas, construcción de imágenes, que aparentemente salen de la nada, es decir, representan la capacidad creativa del lenguaje y pueden encerrar propósitos o compromisos personales. Por ejemplo, el que un estudiante llegue a hacerse a sí mismo la declaración de que "este periodo voy a ser el mejor alumno", contiene como hecho lingüístico un acto de automotivación que puede ser dictado por la "activación" adecuada de su estructura interna a través de un discurso persuasivo externo de una persona con autoridad, la cual, a su vez, motiva por medio del lenguaje declarativo, diciendo "Tú eres capaz de salir avante ante cualquier reto que te propongas". Es la creación de una situación nueva, renovadora, que puede hacer pasar de un estado de indiferencia académica, engatillando una especie de mecanismo interno, a un estado de motivación activa y participante del sujeto aludido.
En lo respectivo a las valoraciones, se ha de ser más delicado aún con ellas en cuanto a su utilización. En efecto, una valoración ha de tomarse siempre como un juicio subjetivo. Las valoraciones nunca son la verdad. Son afirmaciones que hace la gente para satisfacer algún interés con sus criterios particulares. En toda relación pedagógica están presentes las valoraciones, ellas son mediaciones, opiniones que se intercambian alrededor de intereses personales entre los sujetos que intervienen en el proceso enseñanza - aprendizaje, o formativo, y deben ser consideradas posibilitantes de consensos. Deben, en todo caso, En lo respectivo a las valoraciones, se ha de ser más delicado aún con ellas en cuanto a su utilización. En efecto, una valoración ha de tomarse siempre como un juicio subjetivo. Las valoraciones nunca son la verdad. Son afirmaciones que hace la gente para satisfacer algún interés con sus criterios particulares. En toda relación pedagógica están presentes las valoraciones, ellas son mediaciones, opiniones que se intercambian alrededor de intereses personales entre los sujetos que intervienen en el proceso enseñanza - aprendizaje, o formativo, y deben ser consideradas posibilitantes de consensos. Deben, en todo caso, negociarse de manera clara con los adolescentes especialmente. Los criterios de valoración muchas veces inciden en el proceso pedagógico por esta falta de claridad en ellos. Verbigracia cuando un profesor exige a su alumno que tenga "el cuaderno organizado" y el muchacho asegura que así lo está. En este caso concreto la valoración "organizado" del profesor es diferente a la que tiene el alumno, lo cual da lugar a conflictos que pueden evitarse haciendo claridad o, se repite, "negociando" los criterios de valoración.
Las afirmaciones, como enunciados para los que se está dispuesto a dar pruebas y se pueden simplemente calificar de verdaderas o falsas, son también causantes de muchos conflictos y situaciones desmotivantes, toda vez que un educador o un padre de familia, AFIRMA que un niño o un joven es perezoso, distraído, etc., está haciendo una afirmación que en realidad no es más que una valoración, lo cual conduce a que se "programe" el educando, y éste termine diciendo "yo soy así, qué le hacemos". Se explica: es muy diferente afirmar: "hoy estás muy inquieto, ¿qué te pasa?", porque se está haciendo una afirmación a la que se aducen pruebas: "estás distraído, jugando en clase, no prestas atención, etc". Es algo circunstancial, de este momento. A afirmar: "Usted ES muy inquieto, que fastidioso ERES". Porque en esta afirmación se da por hecho que el niño o joven ya está realizado como alguien inquieto y cansón. Viene a ser una profecía que se cumple a sí misma.
De acuerdo con todo lo anterior, y teniendo en cuenta un principio de la psicología social como la necesidad de afiliación, entendida ésta como el deseo de vincularse con otras personas, que es probable se presente en las personas porque "ayuda a éstas a satisfacer necesidades de aprobación, apoyo, amistad e información"[7]; se hace pertinente confrontar esta necesidad social, al mismo tiempo que la de la comparación social (cuya teoría sostiene que "los deseos de autoevaluación, protección y perfeccionamiento de sí mismo proporcionan motivos para asociarse con otros")[8], con los usos inadecuados que se hacen del lenguaje durante el proceso formativo, especialmente por parte de los adultos que intervienen en él, para constatar que, en ocasiones, esa autoimagen, el apoyo y la aprobación que necesita el sujeto en formación puede ser herida o vilipendiada, con la consecuente desmotivación y bajo nivel de autoestima muy posiblemente.
Uno de los principales usos inadecuados del lenguaje es el de no hacer peticiones y quejarse en lugar de ello. El profesor - o el padre de familia o el alumno - no hace peticiones con claridad y constantemente se queja del otro ante los demás o ante el mismo aludido. Necesitando algo del otro no se formula la petición: " Por favor, ubíquese bien y preste atención señorita López", sino, en cambio, se lanza una queja: "¿Qué voy a hacer con usted Marcela?¿Quién la soporta fuera de su puesto a toda hora y conversando?". O: "profesor, no entiendo nada, usted no sabe explicar o yo soy muy bruta", en lugar de: "tiene la bondad profesor y explica nuevamente el tercer caso de factorización que aún no entiendo el proceso".
De igual manera es problemático para la comunicación y la orientación el realizar peticiones como súplicas: "Robertico, tiene la gran bondad de quedarse calladito y dejarme dar la clase, ahorita le doy un tiempito para que descanse mi niño", con lo que el niño aludido cree que hacer silencio y orden en clase es una manifestación de magnanimidad y no su deber para con la disciplina, el grupo y él mismo. Hay sobrestimación que desmotiva a esforzarse y conseguir metas, al menos ya consiguió "dominar" a los adultos, además ¿cómo orientarlo a través de súplicas, si el educando lo que necesita es un orientador seguro de que el camino señalado es el correcto? "El niño y el joven se angustian cuando no encuentran en los adultos el horizonte, la guía y el soporte esperado".[9]
En ocasiones, el alumno realiza una actividad de manera "errónea" según el educador porque no entendió la petición, o simplemente se atemoriza y vive lleno de expectativas no comunicadas a causa de falta de ser asertivo y vivir pensando que "el profe debería...", mas no se cuestiona su método o su relación con los alumnos. Es igualmente perjudicial para las relaciones, desde el lenguaje, el no rehusar las peticiones, porque "es que si le digo que no, se enoja", por ejemplo. Y con base en estos dos límites interrelacionales el estudiante empieza a ser indiferente ante las actividades académicas o a resentirse con el profesor e incluso proyectar su enojo con la asignatura, el colegio y todos los profesores y demás áreas del conocimiento.
Aunados a los anteriores usos deficientes del lenguaje en lo que respecta a la relación pedagógica y formativa, se encuentran otros como tratar las valoraciones como declaraciones. Los juicios personales, gustos, inclinaciones, en una palabra lo subjetivo, no debe tomarse como algo totalmente verdadero u objetivo, juzgar los alumnos de acuerdo con el "como a mi me gusta que sean" o "es que yo era un estudiante ejemplar y ..." es declarar que nuestra forma de ser o nuestro querer no respeta la forma de ser del otro, su personalidad, maneras de asumir los retas y manifestar sus valores. Las afirmaciones deben ser cuidadosas y objetivas porque de ellas, de su buen uso, dependen muy posiblemente la autoestima y la motivación de los niños y jóvenes estudiantes.
PS LUIS ENRIQUE ECHAVARRÍA JIMÉNEZ

[1] Citado por BUDD, Matthew y Larry ROTHESTEIN. Tú eres lo que dices. Madrid: Editorial EDAF, 2001. Pags 179 a 184.
[2] Op. Cit, pag 179.
[3] Op. Cit.
[4] Op. Cit, pag 180.
[5] Op. Cit. Pag 181.
6. Op. Cit, pag 182

[7] COON, Dennis. Psicología. Exploración y Aplicaciones. 8ª edición, Buenos Aires: Thomson Editores, 1999. Pg. 654.
[8] Op. Cit pag 655.
[9] MARULANDA, Angela. Crecer con nuestros hijos. 2da Edicion. Grupo Editorial Norma. Cali - Colombia, 1999.
LA ADICCIÓN A ESTIMULANTES COMO
DISTORSIÓN DEL LOCUS DE CONTROL
Podemos, a manera de preámbulo, definir el locus de control como un rasgo de personalidad propuesto a partir de la teoría del aprendizaje social y que consiste en la capacidad para el control y autocontrol y puede darse de modo interno o externo. Veamos: cuando hay un locus de control interno la persona percibe que los eventos positivos o negativos ocurren como efecto de sus propias acciones y que están bajo su control personal; así, estas personas valoran positivamente el esfuerzo y la habilidad personal. En el caso contrario, cuando existe como rasgo un locus de control externo las personas perciben el refuerzo, los estímulos, es decir aquello que les “pasa”, como no contingente a sus acciones sino como resultado del azar, el destino, la suerte o el poder de otros; así, el locus de control externo es la percepción de que los eventos no se relacionan con la propia conducta y que por ende no pueden ser controlados, de manera que no se valora el esfuerzo ni la dedicación.
En fin, el locus de control ubica a las personas en un continuo según la responsabilidad que aceptan sobre los eventos que experimentan -que pueden ser positivos, negativos o neutros-, así se muestra el grado en que un individuo percibe el origen de su propio comportamiento de manera interna o externa a él. Por ello, cuando una persona tiene como rasgo un locus de control interno, busca ella misma solución a los problemas, esto es, que sabe que tiene dentro de sí el poder para cambiar SU COMPORTAMIENTO si percibe éste como inadecuado en la búsqueda de su autorrealización porque no culpa a los avatares de sus fracasos.
Hasta ahí todo bien, el problema viene cuando ese locus de control es externo y la persona se busca agentes externos para solucionar sus problemas, caso en el cual son seres humanos muy dependientes y de poca capacidad para cambiar comportamientos inadecuados que le traen dificultades u obstaculizan su autorrealización.
Por ende, es muy frecuente encontrar que en este último grupo de personas se dé la dependencia a sustancias estimulantes, sustancias psicoactivas o psicotrópicos como el alcohol, sustancias naturales como la marihuana, el opio o elaboradas como las anfetaminas, la cocaína, etc, porque se distorsiona su locus de control y creen encontrar, como fruto de su desesperanza, una solución a los problemas en agentes que estimulan estados artificiales de control de una realidad que no es la compartida por los demás. Ese mundo que se percibe como más plácido atrae con mayor facilidad a quienes no confían en sí mismos.
Para prevenir el consumo de tales sustancias, entonces, es necesario apuntar a construir un locus de control interno en nuestros niños y jóvenes, enseñándoles que lo que hacemos trae consecuencias y que existe una relación causa-efecto en todo comportamiento nuestro, pero que si elegimos un comportamiento adecuado teniendo en mente un proyecto de vida claro, con unas metas a corto y largo plazo, siempre tendremos el control de nuestras vidas e iremos haciendo los cambios que se necesiten para lograr el propósito al que estamos avocados todos, nuestra autorrealización como seres humanos valiosos para nosotros mismos, la sociedad y Dios, nuestro Padre.

DATOS PERSONALES



LUIS ENRIQUE ECHAVARRÍA JIMÉNEZ

PSICÓLOGO Y FILÓSOFO

EDUCADOR

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